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sábado, 4 de mayo de 2024

La libertad de las personas cultas

LECTORES EXPERTOS Epicteto: "La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues en eso consiste ser libre" Vertical Epicteto retratado pensando. Dominio público La libertad de las personas cultas JOAQUÍN CALLABED Epicteto (Hierápolis, 55 - Nicópolis, 135) nació en el sudoeste de Turdquía. En su infancia llegó a Roma como esclavo del liberto Epafroito y a sus instancias estudió con el filósofo estoico Musonio Rufo. Se trasladó a Nicópolis y abrió su propia escuela, adonde concurrieron numerosos patricios romanos. Entre ellos se contaba Flavio Arriano, que llegaría a ser un respetado historiador bajo Adriano y conservaría el texto de las enseñanzas de su maestro. La fama de Epícteto fue grande, mereciendo según Orígenes más respeto en vida del que había gozado Platón. Escuela de Nicópolis En la escuela en Nicópolis se dedicó plenamente a su tarea, pues él, a imitación de Sócrates, uno de sus modelos, no escribió nada. Las enseñanzas de Epicteto tenían su base en las obras de los antiguos estoicos. Se sabe que se aplicó a las tres ramas de la filosofía: lógica, física y ética. Sin embargo, los textos que se conservan tratan casi exclusivamente de ética. Según ellos, el papel del filósofo y maestro estoico consistiría en vivir y predicar la vida contemplativa centrada en la noción de eudaimonía (felicidad). La eudaimonía, según la doctrina estoica, sería un producto de la virtud, definida mediante la vida acorde a la razón. Además del autoconocimiento, la virtud de la razón estoica consiste en la ataraxia (imperturbabilidad), apatía (desapasionamiento) y las eupatías (buenos sentimientos). El conocimiento de la propia naturaleza permitiría discernir aquello que el cuerpo y la vida en común exigen del individuo; la virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino en guiarse para todo acto por la motivación de actuar racional y benevolentemente, y, sobre todo, aceptando el destino individual tal como ha sido predeterminado por Dios (Zeus). Enquiridión El Enquiridión o discursos de Epicteto son una serie de conferencias informales escritas por su alumno Arriano alrededor del año 108 d.C. Aún se conservan cuatro libros de los ocho originales. La filosofía de Epicteto es intensamente práctica. Dirige a sus alumnos a centrar la atención en sus opiniones, ansiedades, pasiones y deseos, para que "nunca dejen de obtener lo que desean ni caigan en lo que evitan". La verdadera educación consiste en aprender a distinguir lo que es nuestro de lo que no nos pertenece, y en aprender a asentir o disentir correctamente de las impresiones externas. El propósito de su enseñanza era hacer a las personas libres y felices. Los Discursos han sido influyentes desde que fueron escritos. Marco Aurelio hace referencia a ellos y los cita. Desde el siglo XVI se han traducido a varios idiomas y se han reimpreso muchas veces. Hay tres campos de estudio en los que las personas que van a ser buenas y excelentes primero deben haber sido formadas. La primera tiene que ver con los deseos y las aversiones, para que nunca dejen de conseguir lo que desean ni caigan en lo que evitan; el segundo con los casos de elección y rechazo y, en general, con el deber, para que actúen de forma ordenada, por buenas razones y no descuidadamente; el tercero, con evitar el error y la temeridad en el juicio y, en general, en los casos de asentimiento. Filosofía de Epicteto Hay que lograr la distinción entre las cosas que están en nuestro poder y las que no. 1. Entre las primeras se encuentran: la opinión, el movimiento del ánimo, el apetito, la aversión; en resumen, todas esas cosas que son nuestros propios actos. 2. Las otras son: los bienes externos que, al no estar en nuestro poder, es inútil y sin sentido buscarlos, sea porque son corruptibles y contingentes, sea porque para obtenerlos nos debemos someter al poder de quien los detente, perdiendo así el bien supremo del hombre: la libertad. Sobre las enfermedades considera: "La enfermedad es un impedimento para el cuerpo, pero no para la voluntad a menos que lo desees. La cojera es un impedimento para la pierna, pero no para la voluntad y debes repetírtelo a ti mismo en toda circunstancia. Encontrarás así que estas cosas serán impedimento para los demás, pero no verdaderamente para ti mismo". Retrato de Epicteto. Retrato de Epicteto. Dominio Público El ideal estoico es un hombre vuelto hacia sí mismo que encuentra la paz en su interior. De este modo, trata de conocerse, de analizarse, de comprender por qué es como es. Busca aumentar sus virtudes y vencer sus vicios, esforzándose día tras día para mejorar y acercarse al ideal del sabio. El estoicismo defiende que todo está ligado, propone vivir de acuerdo a la razón, aceptando lo que el destino depare y tratando de eliminar las emociones negativas, como el miedo y el odio, para desarrollar las positivas (amor y alegría), y mantenerse imperturbable con ausencia de deseos Escuela estoica 1. La virtud consiste en no guiarse por las apariencias de las cosas, sino guiarse por la motivación de actuar de modo racional y benevolente. 2. El hombre debe mostrar su valía en la vida cotidiana. 3. Engrandecerás a tu pueblo fortaleciendo las almas de sus gentes. 4. La felicidad no consiste en desear sino en ser libre. Solo los instruidos son libres. 5. La amistad es el mayor de los bienes que la sabiduría procura para la felicidad de una vida entera. 6. El "señor" puede ser esclavo de sus pasiones, mientras que el “esclavo” puede ser libre en su independencia espiritual interna. Algunas aportaciones de Epicteto 1. Solo el hombre culto es libre. 2. No se llega a campeón sin sudar. 3. La prudencia es el más excelso de todos los bienes. 4. No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea más bien que se produzcan tal como se producen y serás más feliz. 5. Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios. 6. Si no tienes ganas de ser frustrado, jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de tí. 7. La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues en eso consiste ser libre. Obras de Epicteto Enquiridión o Manual. Disertaciones por Arriano. Fragmentos menores.

Los gurús del postrabajo que alertan de la sobrecarga de tareas domésticas: "El tiempo libre es la base de la libertad"

Helen Hester y Nick Srnicek reivindican en 'Después del trabajo' (Caja Negra) el ocio como motor del pensamiento crítico y alertan de que la tecnología no nos liberará de las labores no remuneradas del hogar Helen Hester Helen Hester, autora de 'Después del trabajo'.CORTESÍA DE LA AUTORA La puerta de casa se cierra a media tarde de un miércoles cualquiera y pensamos que por fin el tiempo es nuestro. Pero, ¿es así realmente? La ropa seca en el tendedero y los deberes de Matemáticas del peque tal vez indiquen lo contrario... Helen Hester es profesora de Género, Tecnología y Política Cultural en la Universidad de West London. Nick Srnicek es profesor de Economía Digital en el King's College. Juntos firman Después del trabajo. Una historia del hogar y la lucha por el tiempo libre (Caja Negra Editora), un ensayo en el que refutan el mantra de que la tecnología nos liberará de las tareas domésticas y del cuidado (niños y mayores). También un alegato a favor del ocio como derecho y no como propinilla de la transición poslaboral. ¿Qué estamos expresando cuando decimos: "No tengo tiempo"? Damos a entender que no tenemos tiempo libre, tiempo para lo que queramos. Pero en realidad la queja a menudo va más allá: no sólo no tenemos tiempo para nosotros mismos, sino ni siquiera para hacer las cosas que tenemos que hacer. En otras palabras, con demasiada frecuencia no es un lamento por el tiempo libre, sino una expresión de la necesidad de tiempo para trabajar más. Expresa una creciente sensación de estar ocupado, y esto es algo vinculado no sólo al trabajo asalariado sino también al trabajo no remunerado del hogar. El trabajo de limpiar, cocinar y cuidar es interminable. Y quienes tienen desproporcionadamente la tarea de hacerlo -las mujeres pobres, sobre todo- a menudo terminan sintiéndose desbordados. ¿Por qué es importante para cualquiera disponer de tiempo libre de verdad? La respuesta corta es que el tiempo libre es la base de la libertad: sin tiempo para nosotros mismos, para lo que queramos, quedamos expuestos a la voluntad y las órdenes de otro. Necesitamos tiempo para poder involucrarnos significativamente con nuestro mundo, reflexionar sobre nuestros problemas, deliberar sobre nuestros compromisos y disfrutar de un grado de autonomía en nuestras propias vidas. Por tanto, aumentar la cantidad de tiempo libre del que dispone la gente es una expansión concreta de su libertad. En la medida en que valoremos la libertad como sociedad, deberíamos tomar la cantidad de tiempo libre significativo que tienen las personas como la medida más alta de civilización. PARA SABER MÁS La gran estafa de las ocho horas para trabajar, dormir y descansar. "Estamos viviendo con el reloj equivocado" REDACCIÓN: JOSE MARÍA ROBLES, CARMEN CASADO Texto, Ilustraciones "Estamos viviendo con el reloj equivocado" Jenny Odell. "Crear tu marca personal es como fabricar tu propio ataúd" REDACCIÓN: JOSE MARÍA ROBLES Madrid "Crear tu marca personal es como fabricar tu propio ataúd" ¿Qué sucede si muchas de las alternativas de ocio de un ciudadano medio en Madrid o Barcelona implican algún tipo de pago? A lo largo del siglo XX y en adelante ha habido un esfuerzo concertado para convertir el ocio en una mercancía. Cada vez se dedica más tiempo de ocio al consumo de bienes y, hoy en día, de experiencias. En paralelo se ha producido la desaparición gradual de espacios comunes donde se podían realizar actividades de ocio de forma gratuita, así como el aumento de espacios públicos de propiedad privada, como plazas y jardines. Existe una necesidad real de recuperar los llamados terceros lugares, donde se pueden construir, fomentar y ampliar las relaciones sociales fuera de los espacios característicos del mercado. Nick Srnicek Nick Srnicek, autor de 'Después del trabajo'.CORTESÍA DEL AUTOR Según ustedes, el cuidado comunitario, el lujo público y la soberanía temporal son tres nociones que pueden ser de ayuda en la lucha por el tiempo libre. ¿En cuál de los tres ámbitos ven más posibilidades de progreso en los próximos años? La atención comunitaria es quizás el objetivo más fácilmente alcanzable a corto plazo. Los cambios demográficos y la intensificación de la crisis de los cuidados harán que sea difícil evitar afrontar esta cuestión en el futuro próximo. Dicho planteamiento contempla descargar las cargas que recaen sobre las familias para llevar a cabo muchas de las tareas esenciales de la sociedad. El período de la pandemia dejó estas cargas meridianamente claras: con la expansión del teletrabajo a medida que las opciones de atención no doméstica dejaron de estar disponibles (escuelas, centros de día, etc.), la presión fue inmensa para muchas personas. La idea del cuidado comunitario habla de crear el tipo de instituciones que podrían ayudar a difundir este trabajo; esto podría tomar inicialmente la forma de un movimiento hacia comidas escolares gratuitas y cuidado infantil universal en los primeros años, por ejemplo, como un primer paso hacia transformaciones más amplias. Al mismo tiempo, deberíamos intentar debilitar los tipos de imperativos legales y culturales que canalizan a la sociedad hacia un modelo rígido y a menudo inadecuado de la vida comunitaria. Reflexionan sobre el hecho de que el juego haya sido reconocido en Gales como un derecho de los niños. ¿Vivir el presente con plena consciencia se ha convertido en algo tan excepcional que hay que fomentarlo desde la infancia? Al ver crecer a nuestros tres hijos nos queda claro que tienden a vivir libremente y en el momento. El hecho de que lugares como Gales tengan que insistir en un espacio para el juego es un reflejo no de los niños, sino de la insistencia de los adultos en la productividad: que se dedique tiempo a algún tipo de actividad que se considere útil para la economía incluso desde los primeros períodos de nuestras vidas. En las últimas décadas hemos visto en muchos países una disminución en la cantidad de tiempo de juego al que tienen acceso los niños: se han reducido los recreos, se ha recortado drásticamente la enseñanza de las artes en las escuelas y se han cerrado espacios de juego no mercantilizados. Por eso no creemos que sea necesario inculcar el valor del tiempo libre y del juego a los propios niños. Ya está ahí. Más bien debemos asegurarnos de que no se extinga gradualmente en el transcurso de la infancia contemporánea.

Cómo entrenar tu cerebro para vivir mejor. Ana Ibáñez, entrenadora cerebral

Milenials, la generación que ya no puede más

Publicado: 30 de abril 2024 09:47 / IDEAS por Raquel C. Pico C ¡Yorokobu gratis en formato digital! A lo que aspira la protagonista de Mi año de descanso y relajación, la novela de Otessa Moshfegh sobre la que todo el mundo hablaba hace unos años, era a pasar todo el año durmiendo, desconectada del mundo. No la leí en su momento de gloria, pero cuando en el verano de 2021 estaba empezando a trabajar en este libro, mi amiga Ana insistió —después de hablar un buen rato ante un café tanto de la novela milenial como sobre la fatiga de la generación— en que debería hacerlo. Así que, cuando nos despedimos, fui a una librería, la compré y al llegar a casa me la leí de una sentada. La protagonista de la novela de Moshfegh no es una milenial: sabemos, por los datos de hechos reales que enmarcan la historia, que vive en el año anterior al 11 S y que tiene veintitantos, lo que la convierte en una X. Pero por mucho que la narradora —sin nombre— sea de una generación precedente, la novela conecta —y mucho— con la generación milenial. Moshfegh nació en 1981, así que es una escritora milenial y, sobre todo, la novela captura esa cierta desesperación, esa fatiga existencial que muchas personas de esa generación pueden identificar y viven en primera persona. Perder un año durmiendo no parece tanto una pérdida. Casi parece una oportunidad de descanso. ¿Cuántas veces en mis conversaciones de WhatsApp no se ha apuntado como resumen de lo que nos gustaría hacer un «quedar en cama, bien tapadita con el nórdico» y dejar que se vaya el día? milenial aburrimiento «Millennial ennui», señala una de las amigas de la protagonista de Gente que conocemos de vacaciones, de Emily Henry, otra novela estadounidense de la que todo el mundo hablaba unos años después del bum de la novela de Moshfegh, aunque en escenarios diferentes (Moshfegh era una darling de las listas de ficción literaria; Henry, de las de comercial). La amiga resume en dos palabras la conversación que la protagonista mantenía con otra amiga, en la que intentaban capturar la sensación de frustración porque, a pesar de tener todo a lo que habían aspirado, no se sentían felices. Sentían que les faltaba algo. «Pensaba que todo eso de los milenials era que no teníamos lo que queríamos. Las casas, los trabajos, la libertad financiera. Estudiamos durante años y luego somos camareros hasta la muerte», insiste la protagonista. Pero como le dice su amiga, incluso quienes logran escapar a ese destino no consiguen hacerlo de la sensación de desencanto. Aunque la idea del «millennial ennui» aparece en la novela como algo que inventa esta amiga rápidamente mientras avanza la conversación, lo cierto es que el concepto tuvo su momento en los medios en los análisis expertos sobre la generación del Milenio y los retos que suponían para las empresas. Lo de ennui, que suena a película francesa, se usó menos, pero el aburrimiento milenial estuvo mucho más presente. En los análisis preocupaba —y mucho— que los milenials se aburriesen en el trabajo y que las empresas no fuesen capaces de acabar con ese problema. La culpa estaba, en parte, decían, en que la tecnología y nuestra adición al scroll infinito de los móviles nos impedían centrarnos en las cosas o hacer durante mucho tiempo la misma actividad. Pero la cuestión no estaba solo en lo que pasaba en el trabajo —algo que a los jefes boomers les costaba entender, pero les obsesionaba—, sino también en la vida en general. Entre 2013 y 2016 tuvo su momento con algo de éxito la idea de la generation Yawn, la beneración Bostezo, que era el término en inglés para lo que en castellano se llamaba viejóvenes. Eran los milenials que bebían menos que las generaciones precedentes y que preferían quedar en casa haciendo calceta antes que salir de fiesta, a pesar de que, como recogían los medios que abordaban entonces el tema, sí se sentían un poco culpables de no estar por ahí dándolo todo. Un estudio británico de 2016 concluyó que el 63% de los milenials estaba cansado de la vida, superando ampliamente a las demás generaciones, lo que le sirvió a Vice —otro de los medios que se posicionó como ejemplo por excelencia del periodismo milenial— para publicar una reflexión sobre por qué la generación estaba tan aburrida. «Perdimos el interés por todo. Hartos de sentir. Aburridos de ser», concluía entonces su análisis el periodista Angus Harrison. Hablar de aburrimiento milenial podría hacer pensar en una de esas imágenes de la película María Antonieta, de Sofía Coppola, que se hicieron muy populares: la reina está tirada en un sofá, muy aburrida, comiendo bombones. Pero el aburrimiento milenial es más complejo que eso. La propia protagonista de la novela de Moshfegh no toma la decisión de hibernar un año entero por capricho: en realidad, está bastante depresiva y pasando un complicado período de duelo. Llenarse de pastillas —que le receta una psiquiatra que no hace muy bien su trabajo— y dormir es su manera de gestionar el malestar existencial. Estamos muy cansados y la realidad de la generación está marcada por ello. Anne Helen Petersen estableció la idea de la «fatiga milenial» primero en un longform en Buzzfeed y luego en un libro, No puedo más. Su artículo fue el que me hizo comprender que, cuando era incapaz de hacer cosas, no era porque fuese excesivamente vaga sin saberlo. La generación está tan cansada, tan quemada, que cualquier cosa mínima que se suma nos desborda. milenial aburrimiento «El adulting es duro, entonces, porque vivir en el mundo moderno es, en cierto modo, más fácil de lo que nunca lo fue y aun así inconmensurablemente complicado», indica en la introducción de su libro Petersen. «Cada día, todos tenemos una lista de cosas que necesitamos hacer, lugares a los que debemos dirigir antes que nada nuestra energía mental. Pero esa energía tiene un límite y cuando intentas seguir haciendo como que no, es cuando llega el burnout». El burnout no es algo nuevo. Ya se hablaba de estar quemado en los 70, pero lo que hace que para los millennials la cuestión sea grave —y que marque nuestra existencia— es que no es algo que te pueda pasar en un momento. Como demuestra Petersen, es nuestra condición por defecto. Le cuento a Breogán (1991), cuando le pregunto por la fatiga milenial y sus sentimientos al respecto, que yo acababa de estar liada durante meses con un problema con la caldera —problema que, meses después, aún no había resuelto por completo: me había hartado de intercambiar correos electrónicos con Iberdrola— y que cada vez que pensaba en ponerme con ello sentía una pereza abrumadora. El drama de la caldera implicó múltiples visitas de un electricista y otros tantos intercambios de correspondencia con el servicio de atención al cliente de la compañía eléctrica. Y supuso un drenaje mental sobrecogedor, a pesar de que, en esencia, todo era una tontería. Pero Breogán comprende perfectamente mi situación y mis sensaciones, «lidiar con eso» parece algo que ya no puedo sumar a mi lista de cosas por hacer. Breogán está de acuerdo con esa idea de la fatiga milenial que describe la periodista estadounidense y suma algo que viene muy a cuento ahora que estoy hablando de milenial ennui. «Sí, yo creo que bastante», me dice cuando le pregunto si está de acuerdo con la idea de fatiga milenial, «que estamos cansados de vivir», señala, recordando que «nuestra situación está tan conectada con lo precario» que parece normal sentirse así. En su caso, tras aprobar unas oposiciones y ganar estabilidad, espera que «esa fatiga de vivir, por así decirlo, vaya poco a poco apagándose», pero por ahora «sí, es lo que experimenté». «En mi círculo y yo mismo lo viví, es lo que veo, que la gente no tiene energía para lidiar con muchas cosas», asegura. Si tienes una situación laboral «que no es maravillosa precisamente», si «eres un zombi porque trabajas todo el día cuarenta mil horas» o si ya llegaste al límite de tu cansancio mental, es normal que las cosas, por muy pequeñas que sean, te superen. Y si el cansancio, por defecto, tiene mucho que ver con la precariedad excesiva que creó la crisis económica, esa melancolía existencial ni siquiera está vinculada solo con ella y con cómo el mundo cambió en ese momento. Aunque sí, la crisis de 2008 fue el cementerio de nuestras esperanzas, para algunos milenials la sensación de desencanto empezó incluso algo antes. Cuando estaba de Erasmus en París, en 2005, fue el referéndum de la Constitución europea. Vivir unas elecciones en Francia, sean las que sean, es toda una experiencia. En la residencia de estudiantes en la que vivía, todas seguían intensamente lo que pasaba —algo que, desde la experiencia gallega de no hacerle ningún caso a las elecciones europeas, me parecía muy sorprendente— y seguimos los resultados de la noche electoral en la televisión común. Ganó el no y, como me explicaba una de mis compañeras, ella misma lo había votado «porque la sociedad tiene un sentimiento de tristeza, de desencanto», como apunté entonces en unas notas. Quizás la generación milenial arrancó su frustración un poco antes. O, quizás, la base de esa melancolía existencial es mucho más compleja, más allá de lo que supuso el golpe de la crisis económica en nuestras vidas. Este texto es un fragmento de Millennials. Unha xeración entre dúas crises (Editorial Galaxia). Traducción de la autora.