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sábado, 30 de abril de 2016

Ha muerto Jenny Diski !!

Ibiza con Jenny Diski

Bajo ninguna circunstancia, que nadie diga que perdí la batalla contra el cáncer. O que la afronté con valor. No estoy luchando, perdiendo, ganando o resistiendo”, fue una de las últimas proclamas que la autora británica Jenni Disky escribió en su habitual columna del London Review of Books antes de su muerte, este jueves, a los 68 años. En los últimos estragos de una enfermedad terminal, la reconocida autora de novelas, ensayos y guías de viaje, como la premiada Extraños en un Tren, consiguió ver publicado hace apenas una semana el tomo de memorias en el que se rememora entre otros cómo la Nobel de Literatura Doris Lessin le dio cobijo y ánimo durante su difícil adolescencia.
In Gratitude, un título salido al mercado el pasado 21 de abril, recoge las vivencias de la hija de una pareja de inmigrantes judíos nacida en Londres (1947) que, a raíz del abandono del progenitor y la depresión de la madre, acaba en manos de los servicios sociales, ingresada en un centro psiquiátrico y a la postre rescatada por una Lessing con la que mantuvo una relación, en sus propias palabras, “compleja”, a lo largo de medo siglo. Educada en el londinense University College, Disky se sumergió en la contracultura de los 60´del pasado siglo (bajo el lema del amor libre y las drogas) y, protegida por el manto de Lessing, acabó formándose como profesora y a la postre escribiendo al igual que su mentora, hoy ya fallecida.
Entre los 18 títulos que jalonan la carrera de Jenny Diski como novelista y ensayista, destacan su novela estreno Nothing Natural (1986), seguida de Rainforest un año después, de Happily Ever After a principios de los 90´ o de una obra en defensa de la mujer trabajadora (Apology for the Woman Working) , publicada hace ocho años.
Apreciada especialmente por su literatura de viajes, el relato que Dinski decidiera compartir con sus lectores de una columna de prensa a partir del cáncer de pulmón que le diagnosticaron en 2004 ha conmovido a los críticos de las dos orillas del Atlático, por su franqueza, ausencia de autocompasión y, en palabras de Andrew Brown en The Guardian, por “su excelente escritura”.

Lucia Berlin: 'Maldita', brillante y rescatada : seducida estoy

Los cuentos dicen cosas de mí que no fui capaz de reconocer en el momento en que los escribía. Cuando digo en Lavandería Ángel que el indio y yo estábamos conectados, que nos reflejábamos en el mismo espejo... Me estaba diciendo a mí misma, estúpida e idiota de mí, que era alcohólica y tardé 20 años en darme cuenta de que la historia quería decirme eso", dice la escritora, para quien, en todo buen relato, debía producirse, como en este caso, "una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no una distorsión de la verdad", porque "lo que nos emociona no es identificarnos con una situación, sino reconocer esa verdad".
L
a escritura de Lucia tiene nervio. Cuando pienso en ella, a veces imagino a un maestro de la percusión tras una batería enorme, tocando con ambas manos indistintamente una serie de tambores, tom-toms y platillos, mientras controla los pedales con los dos pies. No es que su obra sea percusiva, es solo que pasan muchas cosas a la vez. La prosa se abre camino a zarpazos en el papel". El que habla es Stephen Emerson, escritor y amigo, y el encargado de recopilar los cuentos de Manual para mujeres de la limpieza.
En todos esos años, los años en que fue de un lado a otro, y tuvo todo tipo de trabajos, y tardó demasiado en descubrir que estaba abusando del alcohol, escribió 77 relatos que, a ratos, a Davis le recuerdan a William Carlos Williams cuando escribía como el médico de familia que era: sin rodeos, con franqueza. "Más aún que en Williams, Lucia veía en Chéjov [otro médico] un modelo y un maestro", dice Davis. De hecho, en una carta a Stephen Emerson afirma que lo que da vida al trabajo de ambos es "ese desapego clínico, combinado con la compasión". Destaca también el uso que ambos hacen del detalle específico y su economía: "No se escriben palabras de más". Quizá por eso se habla de ella como lo más parecido a un Raymond Carver femenino que ha existido jamás. Quizá por eso y porque sus historias son francamente duras. Es realismo sucio, sí, y aun siendo a ratos incluso más doloroso que el de Carver, es un realismo sucio vivaz.

viernes, 29 de abril de 2016

Que significa ejercer un oficio de lo humano


Perrenoud, un pedagogo francés, escribe (hablando de la profesión de la enseñanza):
Ejercer serenamente un oficio de lo humano significa saber con cierta precisión, por lo menos a posteriori, lo que depende de la acción profesional y lo que escapa de ella. No se trata de cargar con todo el peso del mundo, responsabilizándose de todo, sintiéndose continuamente culpable; es, al mismo tiempo, no ponerse una venda en los ojos, percibir lo que podríamos haber hecho si hubiéramos comprendido mejor lo que ocurría, si nos hubiéramos mostrado más rápidos, más perspicaces, más tenaces o más convincentes… Para verlo más claro, a veces se debe aceptar el reconocimiento de que podríamos haberlo hecho mejor y comprender por qué no lo hemos conseguido. El análisis no suspende el juicio moral, no vacuna contra la culpabilidad, sino que induce al practicante a aceptar que no es una máquina infalible, a tener en cuenta sus preferencias, dudas, espacio vacíos, lapsos de memoria, opiniones adoptadas, aversiones y predilecciones, y otras debilidades inherentes a la condición humana

jueves, 28 de abril de 2016

Buenos Aires, la más creativa

 

En barrios como Chacarita o Villa Crespo, las tiendas y galerías son viveros de tendencias

El Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano.
El Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano. / Ignacio Iasparra
Sonrientes robots de madera; muebles de líneas rectas, instalaciones por las que caminan los niños, rompedoras performances... La escena cultural de Buenos Aires es tan diversa como vibrante. Ajena a los circuitos comúnmente sugeridos a los turistas, y a veces incluso desconocida por gran parte de sus habitantes. En palabras de Agustín Pérez Rubio, director del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), “el ambiente creativo porteño es un hervidero donde los artistas de diferentes disciplinas colaboran y dialogan con un público innovador y muy cultivado por tradición”.
Mapa de Buenos Aires. / Javier Belloso
Palermo como barrio de referencia ha llegado a un límite. La necesidad de abrir nuevos espacios con alquileres más baratos ha hecho que muchos jóvenes artistas busquen refugio en barrios tranquilos y populares que ya se vislumbran como nuevos referentes de la urbe. Villa Crespo, Chacarita y Parque Patricios, con sus talleres mecánicos, grafitis callejeros y antiguas fábricas, son algunas de las zonas elegidas. En estos micromundos artísticos, lo plástico se fusiona con lo literario, con el pensamiento, con el diseño y con lo arquitectónico. La mezcla incluye a galerías consagradas como Ruth Benzacar y a cientos de creadores y gestores culturales independientes que no paran de abrir interesantes espacios.
Taller de Gonzalo Arbuti. / I. Helbling
El Geppetto de Chacarita

Gonzalo Arbutti

Pasa días enteros en su refugio entre gubias, sierras y sorbos de mate. Gonzalo Arbutti, sutil carpintero de 44 años, considera que “no necesitamos más lámparas o sillas, sino una bicicleta fija en la que pedalear una hora por día y generar la electricidad para tu propia casa”. Outsider de la escena artística, recibe invitaciones de las universidades para enseñar. Algunas de sus obras se venden en las tiendas del Museo Reina Sofía de Madrid y del Pompidou de París.
Calle de Otero, 223.
Escaparate de La Ene, en Buenos Aires.
Una colmena bohemia en pleno centro

La ene

En el Patio del Liceo (una colmena bohemia en la que conviven tiendas de cómic, bares y galerías como Fiebre en una atmósfera comunitaria), en la turística avenida de Santa Fe, destaca un espacio abierto en 2010, y dirigido por Marina Reyes Franco, llamado La Ene (Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo). Es un proyecto experimental en el que se debate a fondo sobre el vínculo entre los artistas, el mercado del arte y la sociedad.
Santa Fe, 2729. www.laene.org
Taller de fabricación de máscaras en el Chela.
En el laberinto

Chela

El Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano, más conocido como Chela, ocupa una antigua fábrica de 5.000 metros cuadrados ubicada en una zona verde y luminosa en el barrio de Parque Patricios, al sur de la ciudad de Buenos Aires. En este enclave, apadrinado por la Fundación exACTa (cuyo objetivo es vincular las artes con las nuevas tecnologías) de Helen y Melvin Gelof y dirigido por Fabián Wagmister, desarrollan su trabajo músicos, arquitectos, artistas plásticos, diseñadores y comisarios. La investigación y producción artística experimental no comercial encuentra aquí su ámbito idóneo. Uno de los proyectos más llamativos dentro del complejo es el de Móvil, enfocado en las instalaciones (en la imagen que encabeza el artículo, Oblicuo, de Sebastián Roque). Sus creadoras, Alejandra Aguado y Solana Molina Viamonte, ven este espacio como “un lugar en constante diálogo interdisciplinar y sin restricciones físicas ni creativas”.
Iguazú, 451. www.chela.org.ar
Fachada de Quorum.
Risografías al alcance de todos

Quorum

En este establecimiento se pueden adquirir obras a precios asequibles con distintas técnicas y formatos. Un sitio ideal porque hace la tarea que muchos artistas detestan: vender su arte. Situado en el barrio de San Telmo, comercializa el trabajo de casi 30 creadores independientes y también vende obra procedente de otros espacios, como la Fábrica de Estampas (Pinto, 4384, Saavedra), tienda de artes gráficas que produce serigrafías, risografías y grabados.
Defensa, 894.
Tienda de diseño Net. / I. Helbling
Inspiración nórdica y japonesa

Net

El arquitecto Alejandro Sticotti reinterpreta la sencillez y la elegancia de los muebles nórdicos y japoneses. Su secreto: encontrar una línea y aferrarse a ella. Mesas, sillas, bancos, percheros y estanterías resumen una propuesta como diseñador que tiene en la casa Olivos, de la que es autor, su correlación arquitectónica. La conexión con materiales “básicos, simples, no estandarizados” le pone en la onda de su maestro, el arquitecto Horacio Baliero.
Godoy Cruz, 1740. sticotti.net
Obra de Miguel Rothschild en la galería de Ruth Benzacar.
De Caballito a Villa Crespo

Ruth Benzacar

Fundada en 1965 por Ruth Benzacar en un bajo del barrio de Caballito, esta flamante galería pasó luego al barrio de Retiro y en 2014 se mudó a Villa Crespo, a un viejo galpón industrial, donde abrió con una muestra de Liliana Porter. Orly Benzacar ocupa el mismo escritorio de su madre, Ruth, en este espacio donde hasta el 22 de abril se exhibieron obras de Miguel Rothschild (en la imagen). La galería es una habitual de las ferias internacionales.
Juan Ramírez de Velasco, 1287. www.ruthbenzacar.com
Natalia Sly (izquierda) y Larisa Zmud, en su galería.
Dos apellidos unidos

Slyzmud

Hace cuatro años, y a pocos metros del parque de los Andes, en el barrio de Chacarita, Natalia Sly y Larisa Zmud abrieron SlyZmud, galería de arte contemporáneo con dos salas muy cerca la una de la otra. Las galeristas crearon un espacio colaborativo con los artistas y han ido articulando una programación que las ha llevado a Berlín y a la pasada edición de la feria Arco, en Madrid. En la imagen, inauguración de la muestra actual, de Valeria Maculán.
Bondplant, 721. www.slyzmud.com
Martin Huberman (izquierda), dueño de la galería Monoambiente, junto al comisario artístico Carlos Mínguez Carrasco.
La arquitectura, en tela de juicio

Galería Monoambiente

Situada en el parque Los Andes (Chacarita), un modélico complejo de viviendas sociales de 1928  del arquitecto Fermín H. Bereterbide, Monoambiente es una galería dedicada a la arquitectura y el diseño en su versión más experimental. Martín Huberman, arquitecto e impulsor del espacio, busca “poner en cuestión aspectos de la arquitectura moderna” mediante la promoción del trabajo colaborativo.
Concepción Arenal, 4228. www.monoambiente.com.ar
Galería La Feliz. / I. Helbling
Doblando, pisando y quemando

La Feliz

En este local, un showroom con taller en un sótano de Villa Crespo, el diseñador Patricio Lix Klett experimenta con materiales inusuales. “Adaptamos nuestra forma de producir a la escala que nos piden los clientes”, dice rodeado de piezas metálicas y de madera. Aquí los materiales “se doblan, se pisan, se queman y se rompen” para crear objetos singulares como la lámpara Cheta, confeccionada en mimbre plástico en dos colores con pantalla en acrílico blanco.
La instalación 'Común y corriente' en Barro.
Tuberías para el agua en La Boca

Barro

En una espectacular nave en el barrio de La Boca, Barro es una galería integrada en la red Distrito de las Artes de Buenos Aires. Dirigida por Nahuel Ortiz Vidal, expone a destacados artistas como Nicola Costantino, Diego Bianchi, Matías Duville, Martín Legón y Marcelo Pombo. Agustina Woodgate es la artista que actualmente expone, con la instalación Común y corriente (en la imagen), donde explora las infraestructuras que encauzan recursos naturales como el agua.
Caboto, 531. www.barro.cc
Sol Pochat, fundadora de la galería Hilo, en Palermo, junto a una obra de Carolina Zancolli.
Micromecenazgo para obras efímeras

Galería Hilo

“Cuando el proyecto tiene una dirección clara y propone una mirada interesante, nada puede salir mal”, dice Sol Pochat (Buenos Aires, 1988), impulsora de la galería Hilo. Mediante una campaña de crowdfunding (micromecenazgo), logró crear, hace poco más de un año, un espacio de exhibición de momento autosuficiente gracias al alquiler de estudios para jóvenes artistas con los que colabora y a los que representa al mismo tiempo. Sin un cartel en el portal, Hilo se centra en la producción de instalaciones efímeras concebidas específicamente para el lugar (site specific). Se encuentra en lo que era un antiguo depósito abandonado en el barrio de Palermo, en el límite con Villa Crespo.
Scalabrini Ortiz, 1396. www.hilogaleria.com

Un Liderazgo no humanista no es Liderazgo


Hoy en día contemplamos con una mezcla de incredulidad y horror las atrocidades que unos seres humanos cometen contra otros. Junto a la rabia, el dolor y muchas veces la sensación de profunda impotencia, no es de sorprender que muchas personas se hagan una pregunta de base antropológica para intentar penetrar en la naturaleza profunda del hombre y entender de qué “pasta” estamos hechos. Filósofos como Arthur Schopenhauer o el mismísimo Sigmund Freud pensaban que la fuerza primordial que anidaba en el ser humano era de carácter destructivo, simple voluntad de poder y de dominio para el filósofo de Danzig, o “una turba desenfrenada, sedienta de placer y de destrucción” para el creador del psicoanálisis.
No creo que se pueda ser un líder, una líder auténticos, si no se tiene una confianza fundamental en la grandeza intrínseca que existe en el corazón humano. Es verdad que nos vamos a encontrar en la vida con personas que parecen tener como mentor al propio Maquiavelo. Personas que mentirán, manipularan, golpearán, seducirán y harán lo que haya que hacer y venderán a quien haya que vender para alcanzar un mayor poder y un mayor estatus. No digo que no las haya y que no hagan un inmenso daño a su alrededor, aunque también afirmo que si estas personas han llegado a hacer el daño que han hecho, es porque el entorno en el que han llevado a cabo sus acciones, ha sido demasiado blando y permisivo frente a conductas que son absolutamente inaceptables.
A veces cuando una persona con una posición de liderazgo no “pone en su sitio” a alguien que cree que los demás son solo piezas en su juego para alcanzar más poder, los que le rodean llegan a decir que no actúa con más contundencia porque es demasiado buena persona. Yo creo que esto no es así en absoluto. Yo no diría que hablamos en este caso de bondad, sino de blandura. Hablo de falta de agallas y de compromiso para parar la agresión sin por ello querer dañar al agresor. En el mundo del Zen y que es la fusión entre Budismo y Taoísmo, se habla del amor Yin y del amor Yang. El amor Yin es el que acoge, el que comprende, el que perdona. El amor Yang es el que habla de forma clara, directa y sin florituras. Una persona que solo muestre amor Yin, tenderá a ser blanda, mientras que una persona que solo muestre amor Yang tenderá a ser dura. Solo un equilibrio entre ambas fuerzas es la que permite como digo, parar la agresión, sin querer vengarse del agresor. Esto es lo que se conoce como asertividad. Decía Confucio hace ya dos mil quinientos años: “más vale encender un candil que maldecir la oscuridad”. Creo que es esencial que recuperemos la confianza en el ser humano y en su grandeza intrínseca. Al fin y al cabo, cómo nos comportemos unos con otros y que lo hagamos de una manera ética, es al fin y al cabo una cuestión antropológica.
Si a la pregunta ¿quién es el Hombre?, respondemos con que el hombre es un ser de naturaleza perversa, entonces para qué vamos a querer honestamente vivir de una manera ética. Será entonces el estado, el “Leviatán” del filósofo Hobbes que creía tanto en la naturaleza violenta del ser humano, el que nos tendrá que frenar. Uno hará lo que pueda para hacer lo que quiera cuando sepa que dicho estado o no le vigila o no le ve. A esto no le podemos llamar un comportamiento ético auténtico, sino una ética claramente forzada por el temor a las consecuencias y no por el deseo de vivir de una manera más humana.
Hoy me gustaría hablar de alguien que siempre fue fiel al valor de la persona, un gran científico norteamericano, uno de los padres de la psicología humanista y al-guien que nos ha ayudado mucho a entender dimensiones hondas del liderazgo. Hablo de Carl Rogers (1902-1987). Carl Rogers siempre tuvo una confianza fundamental en el ser humano. Suele decirse de él que más que descubrir las fuerzas de la muerte, exploró las fuerzas de la vida. En uno de sus libros sobre psicoterapia comenta lo siguiente: “cada individuo tiene dentro de sí una capacidad considerable para comprenderse, para modificar la idea que tiene de sí mismo, para modificar sus actitudes de base y para encontrar un comportamiento autónomo, siempre que se le proporcione un clima de actitudes facilitadoras”. Hablamos de un científico que confiaba en la persona y que dedicó toda su vida no hablar de por qué la naturaleza del ser humano, su esencia debía de ser temida, sino de cómo había de ser liberada para que pudiera actualizar, hacer realidad sus potencialidades inherentes. En esto Rogers se encuentra muy cerca del gran filósofo francés del XVII Blaise de Pascal cuando dijo: “El hombre no puede conformarse con la finitud que le rodea. Su conciencia necesita explorar mundos infinitos”. Cualquier líder que aspire a atraer, desarrollar y comprometer a otras personas en un proyecto común, no ha de perder nunca esta visión humanista de la persona. Solo si confiamos, nos abriremos a cooperar y solo si cooperamos seremos capaces de adaptarnos a los que hay y a lo que está por venir. Tal vez si caminamos solos lleguemos antes, pero juntos seguro que llegamos más lejos. Si como civilización queremos llegar lejos, no podemos perder esta confianza fundamental en el ser humano y en sus posibilidades.
 Cuando se han utilizado técnicas de neuroimagen para rastrear lo que ocurría en lo que hoy se denomina como el “sistema de recompensa cerebral” o vía mesolímbica y que incluye a su vez dos sistemas, el del deseo para lograr algo y el del disfrute cuando eso que se desea se ha alcanzado, se ve que dicho sistema se activa mucho más cuando se busca la cooperación que cuando lo que se busca es quedarse con todas las ganancias. Si definimos la actitud como la manera en la que nos relacionamos con algo o con alguien, ¡qué mensaje tan diferente transmitimos! a través de nuestros ojos, del tono de voz, de nuestras palabras y de nuestros gestos, si creemos en una persona o por el contrario, desconfiamos profundamente de ella.

martes, 26 de abril de 2016

Los cuervos pueden ser tan inteligentes como un niño de tres años

Los cuervos pueden ser tan inteligentes como un niño de tres años
Un estudio ha concluido que estas aves son tan listas como los chimpancés, cuya inteligencia se compara con la de humanos de cerca de tres años, en al menos en un aspecto conocido como «control inhibitorio»
Este aspecto es un mecanismo que funciona cuando un animal reprime impulsos y tiene un comportamiento más racional                              

 


 

En este experimento, los cuervos han demostrado tener auto-control y capacidad de aprendizaje - Helena Osvath/Universidad de Lund
GONZALO LÓPEZ SÁNCHEZ - GonzaloSyldaviaMadrid - 26/04/2016 a las 22:32:09h. - Act. a las 22:50:34h.Guardado en: Ciencia
¿Qué es al inteligencia? ¿Es la capacidad de hacer cálculos matemáticos, de memorizar fechas o de relacionar conceptos? ¿O es quizás la habilidad para desenvolverse en la sociedad y, por ejemplo, no desentonar en una recepción en la embajada? ¿Y qué hay de la capacidad de gestionar las emociones y alcanzar el «equilibrio interior»?
Lo cierto es que no hay una única respuesta a la pregunta de qué es la inteligencia. Según la teoría de las inteligencias múltiples, hay ocho tipos de inteligencia en el ser humano. Y, cuando se piensa en el reino del resto de los animales, lo cierto es que la inteligencia suele definirse como una capacidad para adaptarse a un entorno cambiante. Este martes, un estudio presentado en la revista «Royal Society Open Science», y realizado por investigadores de la Universidad de Lund, la Universidad de Oxford y el Instituto Max Plank de Ornitología, ha analizado la inteligencia de los cuervos. Y ha concluido que estas aves son tan inteligentes como los chimpancés, aunque tengan un cerebro 26 veces menor, en un aspecto conocido como «control inhibitorio».
«El tamaño del cerebro no lo es todo. Descubrimos que los cuervos se apañaban tan bien como los grandes simios, aunque tienen un cerebro mucho menor», ha explicado Can Kabadayi, el primer autor del estudio e investigador en la Universidad de Lund (Suecia).
En concreto, el equipo de Kabadayi analizó la inteligencia de los cuervos en relación con el «control inhibitorio», un rasgo del comportamiento que consiste en la capacidad del animal para evitar impulsos y comportarse de una forma más racional. Basándose en un estudio que analizaba esta capacidad en 36 especies de animales distintas, básicamente primates, los investigadores descubrieron que los cuervos grandes, las grajillas y el cuervo de Nueva Caledonia, lo hacían tan bien como todos estos.
Los córvidos son las aves más inteligentes
Los córvidos son las aves más inteligentes- Helena Osvath/Universidad de Lund
«Nuestro estudio ha documentado que los cuervos se comportan de forma similar a los grandes simios en la tarea del cilindro», ha dicho el investigador a través de correo electrónico. En esa prueba, los investigadores introducen un pedazo de comida en un cilindro oscuro, y a base de repetición, con el tiempo los cuervos aprenden a llegar a la comida metiendo la cabeza por los laterales. Tiempo después, los investigadores colocan un cilindro transparente en lugar del oscuro, y meten de nuevo un trozo de comida en su interior. Si el «reflejo inhibotorio» de los cuervos funciona, las aves tendrían que saber que la forma de coger su comida es intentarlo por los laterales, y no dejarse llevar por su impulso de ir por el camino más corto, y hacer chocar su pico contra el plástico.

Aprender para adaptarse

«Hacemos una prueba en la que el animal tiene que reprimir sus impulsos para tener éxito en una tarea», ha explicadoCan Kabadayi. «Quizás aún no podemos decir claramente qué es la inteligencia, pero si tuviera que hacerlo, usaría el término "flexibilidad". En este contexto significa ser adaptable, ser capaz de aprender y cambiar tu comportamiento, sin ser esclavo de tus instintos ni de tus respuestas habituales».
Según Kabadayi, los buenos resultados obtenidos por los cuervos «muestran que los cerebros de estos pájaros son muy eficientes». Tal como ha explicado, el auto-control que exhiben es señal de que cuentan con mecanismos de auto-control, que les permiten tener una flexibilidad similar a la de los grandes simios, al menos en lo relacionado con respuestas motoras.

Los ladrillos de la inteligencia

Pero si la inteligencia de los cuervos no depende del tamaño del cerebro, ¿de qué depende? En opinión de Kabadayi, el secreto puede estar en la concentración de neuronas en el cerebro y en la forma como están conectadas. A fin de cuentas, ni los patos ni las palomas, ni cualquier otro ave, tiene las espectaculares capacidades de los cuervos. «Necesitamos más investigaciones para saber cuál es la densidad neural o como están conectadas sus neuronas, y averiguar si difieren de los cerebros de los mamíferos», ha explicado el investigador.
Si esto se investigara, se podrían conseguir «pistas sobres los ladrillos básicos de la cognición más compleja (...) e investigar si unos niveles de cognición similares pueden ser construidos en animales muy diferentes, como chimpancés y cuervos, a través de mecanismos similares o totalmente distintos», ha propuesto Kabadayi.
Un «efecto secundario» de ese refinamiento en el «diseño» de los cerebros de los cuervos, es, tal como ha reconocido el investigador en un vídeo, que al estar ante ellos uno tiene la sensación de estar ante una persona con su propia personalidad. ¿Qué pensarían los cuervos de eso?


lunes, 25 de abril de 2016

Carta de John Steinbeck a su médico de cabecera


Cuando por primera vez leí Los hechos del Rey Arturo y sus nobles caballeros, no sabía quién era John Steinbeck, su autor. Tampoco sabía que era premio Nobel, y que había escrito novelas en las cuales se basaron películas tan conocidas como Al este del edén. Tenía que haberlo imaginado, solo alguien genial, es capaz de trasformar la complejidad del mundo artúrico en algo sencillo y atractivo.En la introducción cuenta que quiso verter esta historia (La Morte dArthur de Thomas Malory) a la lengua llana de hoy para sus jóvenes hijos, y para otros hijos no tan jóvenes, “verter el significado de esas historias tal como fueron escritas, sin excluir ni añadir nada, quizá para competir con las distorsiones del cine y la historia, que constituyen la única fuente accesible para esos muchachos y para otros que se impacientan con la escritura de Malory y con el uso de palabras arcaicas”.
Por esa extraña admiración que surge en el lector por el buen autor, me convertí sin quererlo, la verdad es que si hubiera querido, en el joven amigo de un hombre del que apenas conocía nada, pero al que admiraba profundamente. Tenía mientras leía, un nuevo amigo, un amigo con un conocimiento especial capaz de transportarme a un nuevo mundo, lejano y antiguo.
Por ese motivo fue un intenso placer descubrir en un blog dedicado al género epistolar (Letters of Note reúne y ordena postales, telegramas, faxes y cartas fascinantes) una carta de John Steinbeck, a su nuevo médico de cabecera, que traduzco a continuación (con todas mis limitaciones y la ayuda de Mónica Lalanda)
-En 1964, tras la jubilación de su médico de cabecera, el nuevo médico solicitó al novelista de 62 años John Steinbeck, que rellenase un cuestionario médico de rutina para su Historial Clínico. Steinbeck hizo exactamente eso, y al llegar a la última de sus muchas páginas, el autor de “Las uvas de la ira” descubrió un pequeño espacio en blanco reservado para “cualquier otro dato que considere que pueda ser de importancia.” En lugar de hacer eso, Steinbeck escribió una carta a su nuevo médico.
John Steinbeck murió cuatro años después.
Nueva York. 05 de marzo 1964
Querido Denny:
He estado rellenando mi historia mortal llamado pasaporte médico. Ahí está todo, el pasado y el futuro tan claro como las varices en las piernas de mi madre o las afecciones vasculares de mi padre. Hay algo en medicina que está siempre claro.La dirección y el final son fijos y el paciente nunca retrocede.
Se me ocurre que tan claro como este hecho, puede haber otros asuntos que se den por sentados y otros que se ignoren intencionalmente, o no.
Porque realmente…¿cuál es la razón para tener un médico?
Es un concepto muy reciente. Supongo que la razón actual desde el punto de vista del paciente es conseguir pasar por la vida con el menor dolor y confusión posible y morir limpia y decentemente. Pero hasta que esto pasa, se supone que el médico esta para escuchar las frustraciones y para atender a los diversos caprichos del sistema nervioso central.
Estoy interesado en esta teoría de desintegración que indica que a petición mía, usted me mantendrá en una dulce ignorancia de lo que me pase. Sé que en muchos casos es deseable, pero desde mi punto de vista, no puedo entenderlo.
¿Qué es lo que quiero de un médico?
Pues más que cualquier otra cosa, probablemente quiero un amigo con conocimientos especiales. Si Ud. nunca hubiera buceado y yo estuviera con usted, mi meta sería instruirlo en las profundidades y en los peligros, de lo agradable y lo maligno. Supongo que significa lo mismo. Estamos hechos de tal forma que, unos destellos nada sutiles puede causar un pánico sin sentido, mientras que una traición secreta puede estar mordisqueándonos, sin darnos cuenta, incluso en el más agradable éxtasis de las profundidades. Hay dos tipos de dolor, o más bien una serie de clases de dolores. Pienso especialmente en el dolor “enseñanza” que nos aconseja a no hacernos daño a nosotros mismos o en el dolor contrario, el dolor explosivo, que nos avisa de una desintegración lenta o rápida. Como no estamos cualificados, no sabemos la diferencia y, según me han dicho, incluso el experto pierde sus conocimientos cuando el problema lo tiene él mismo. Creo que si uno supiera la diferencia entre estos dos dolores, se prepararía de manera diferente.
Luego llega el aviso de la caída del telón. Siendo que el final de la obra es siempre el mismo, creo que pudiendo hacerlo, el protagonista debería tener derecho a decidir cómo quiere que sea su salida de escena, teniendo en cuenta a los que le sobreviven, que sean al fin y al cabo los únicos que importan.
Luego está la rutina diaria y siempre he considerado que esto es falso en la mayoría de la gente -la dieta, el ejercicio, las píldoras, el descanso, la evacuación. Probablemente sea cierto que el seguimiento cuidadoso de instrucciones aprendidas prolonga la vida, aunque esta no merezca la pena; sin embargo he observado que para cuando un sujeto necesita este tipo de consejos, está ya demasiado anclado en sus hábitos para aceptarlos. Bueno, quizás lo hará durante una temporada, pero pronto se abandonará otra vez y, quizás no sea mala cosa. Probablemente se tome sus pastillas y poco más; excepto cuando les entre el pánico, pues en ese caso, muchos hombres y mujeres se convierten en inválidos voluntarios y rápidamente se dan cuenta que les encanta serlo.
Por supuesto que me gusta engañarme a mí mismo, como el que más, pero no hasta el punto de que me parezca ridículo. Estoy tratando de ponerlo en perspectiva Denny, de modo que usted sepa lo que tiene entre manos.
Yo no pienso en el dolor como un castigo y lo voy a evitar todo lo que pueda. Por otro lado, para usar una experiencia común, prefiero sufrir el dolor rápido y evanescente de la silla del dentista a la sensación desagradable de que se pase el efecto de la novocaína. En la mayoría de los casos, he sido capaz de separar lo que duele por miedo de lo que realmente duele.
Al informar sobre los efectos, soy razonablemente honesto. Es difícil recordar algún problema después de que ha pasado. Por último, no considero la enfermedad como una eminencia, y no entiendo cómo la gente puede utilizarla para llamar la atención sobre sí mismos, ya que esas atenciones son casi siempre realizadas a regañadientes y llevadas a cabo de forma desagradable.
No me gusta la impotencia en los demás y en mí mismo, y esto es, con mucho, mi mayor temor ante la enfermedad. Créanme, yo no hablaría de todo esto, y de hecho nunca lo hago, si no fuera por la naturaleza de esta comunicación.
Probablemente no voy a cambiar mis hábitos a menos que me sienta obligado. No creo que en esto sea el único.
Finalmente, yo no soy religioso por lo que no tengo aprehensión por el más allá, ni esperanza de recompensa ni temor al castigo. No es una cuestión de creencia. Es lo que siento que es la verdad desde mi experiencia, la observación a partir de sensaciones simples.
En segundo lugar, he tenido una vida suficientemente larga como para no sentirme defraudado del tiempo que me quede.
En tercer lugar, he vivido muy plena y vivamente, y no hay posibilidad de un despertar cósmico.
En cuarto lugar, he tenido incluso más de lo que me correspondía de las cosas por las que los luchan los hombres: cosas materiales, honores y amor.
En quinto lugar, mi vida ha estado singularmente libre de enfermedad o accidente. En todo caso el bienestar ha inclinado la balanza mucho más que las enfermedades.
En sexto lugar, yo no vengo a Ud. como un hombre enfermo.
Oh! Sé que lo que es un sincope del corazón y me he desmayado dos veces en mi vida; también he tenido bloqueado un tramo de mi vesícula biliar un par de veces, pero en general estoy muy sano. Y sé que lo estoy por que no he perdido la curiosidad. Y como he dicho antes, preferiría vivir más plenamente incluso si es menos tiempo.
Y ahora quiero añadir una última cosa que es imprescindible que usted sepa: Amo a Elaine más que a mí mismo. Su bienestar, comodidad y felicidad son más importantes que los míos. Llegaría a cualquier extremo para evitarle cualquier dolor o tristeza que no fuera necesaria para su propio beneficio.
Espero que esto le sea de algún valor. Y ahora ya, sigamos a partir de aquí.
Suyo

domingo, 24 de abril de 2016

Malos tiempos para el buen clínico ( del blog el gerente demediado )


 


“Hoy en día, se incita a los médicos a meterlo todo en un ordenador, con fines epidemiológicos, estadísticos, contables. Pero nadie parece querer grabar en su memoria el nombre ni la cara de la gente, recordar el primer encuentro, las primeras emociones, las sorpresas, los detalles cómicos, las historias trágicas, las incomprensiones, los silencios”

Las confesiones del Doctor Sachs. Martin Winckler.
Hubo un tiempo en que la meta de cualquier medico era convertirse en un buen clínico, alguien capaz de afrontar cualquier problema por vago o intrincado que fuera y encontrarle el diagnostico adecuado. Hoy las cosas han cambiado. Ahora la preocupación dominante es publicar en revistas de impacto o participar en proyectos de investigación, a ser posible europeos. Algo imprescindible  para progresar en la carrera profesional.
Tuve la inmensa suerte de formarme con alguien que era , esencialmente, un  clínico excepcional. Alguien no excesivamente conocido profesionalmente, que no ocupó cargos de gestión relevante, ni dirigió la política sanitaria de ningún partido, ni fue líder de opinión de nada. Si uno busca su nombre en Pubmed encuentra 10 referencias en treinta años,  todas ellas en revista españolas. Pero en aquel tiempo en que muchos de sus compañeros hacían curriculum publicando las cosas más diversas (  a menudo superfluas), él se dedicaba simplemente a ver pacientes. Si en aquel hospital alguien tenia un caso especialmente peliagudo, buscaba el asesoramiento del Dr. Aréchaga. Si alguien tenia un familiar enfermo, recurría a Santi Aréchaga.
La poca medicina que sé, la aprendí de él. La importancia de escuchar al paciente ( y no a sus acompañantes) con toda la atención puesta en ello. Mirando a los ojos, dejándole hablar. Lo minuciosa que puede llegar a ser una buena exploración física, no tanto por lo enrevesado de las maniobras, sino por lo atento y cuidadoso que se debe ser al tocar, a la búsqueda de información, en un cuerpo enfermo, alterado ,dolorido. La diferencia existente entre un verdadero diagnostico diferencial y una mera lista de diagnósticos posibles, para lo que se precisa de un conocimiento exhaustivo e inmediato. La importancia de ese momento único en que el paciente aguarda el juicio  diagnostico como el que espera un veredicto. Y lo difícil que resulta siempre encontrar el equilibrio entre no mentir y no angustiar.
En aquella época, cada vez mas lejana, los residentes andábamos entretenidos en la carrera armamentística intervencionista: a ver quien realizaba antes un procedimiento más complejo, en cuya cima estaba colocar vías centrales en sitios inauditos. El buen diagnostico se dejaba a gente como el Dr. Aréchaga, porque requería un dosis de lectura , análisis, reflexión y memorización a la que no todos estábamos dispuestos.
A raíz de un problema familiar vuelvo a contemplar la diferencia entre los buenos clínicos y los clínicos rutinarios. Y tengo la suerte de encontrar médicos de esos anónimos, a los que solo recuerdan sus pacientes, los que no salen en ruedas de prensa con consejeras y ministras tras realizar un transplante prodigioso, ni aparecen en la radio o el telediario de las 9 dando consejos y pautas de correcto comportamiento para pacientes obedientes.
Gente anónima capaz de hacer una historia clínica completa aunque fuera de la consulta los pacientes refunfuñen por el retraso que lleva, y sus indicadores de espera no sean los adecuados. Médicos de los que siguen tomando notas en papel mientras escuchan al paciente y miran a los ojos ( y no a la esclavizante pantalla del ordenador). Gente que sigue sabiendo hacer una exploración neurológica completa, solo con las manos, un martillo y una linterna. Capaces de demostrar todo lo que saben, que solo solicitan las pruebas estrictamente imprescindibles, que demuestran  que se han estudiado el caso entre visita y visita, que relativizan el resultado de las pruebas en función de la evolución, que no recurren al sagrado TAC o a la divina Resonancia Magnética hasta que no resulta estrictamente imprescindible. Personas que se apoyan en la ayuda del tiempo (esperan y ven) para desenmascarar al trastorno culpable.
Mientras tanto enseñamos a los residentes, a los futuros médicos  otro tipo de comportamientos: el de la atención rutinaria, estandarizada y sistemática , estudiando a los pacientes como si fuesen piezas defectuosas de una fábrica de tornillos. En donde se trata principalmente de aplicar el protocolo establecido (glucemia, presión  arterial electrocardiograma), y si todo es normal “acicalar y largar” ( como decía el Gordo de la Casa de Dios) . Cubriéndonos las espaldas con etiquetas  como “ se descarta patología urgente, o “trastorno funcional”, simplemente porque el tornillo humano no cuadra con lo que hay escrito en nuestro protocolo.

El medico que progresa adecuadamente, el que es acreditado por las agencias del ramo, el que recibe reconocimientos y premios, es el que es capaz de documentar que tiene publicaciones en revistas de impacto del primer cuartil, aunque la haya hecho con un primo coreano y vaya de vigésimo autor sobre un modelo de determinación enzimática en ratas asiáticas. El buen clínico, el que atiende a pacientes en consultas atestadas y sigue aplicando rigurosamente su saber, carece de la valoración, el apoyo y la consideración de políticos, gestores e instituciones, salvo cuando alguien cercano se pone enfermo.  Solo tienen el reconocimiento silencioso de todos aquellos que aprecian su trabajo y conocimiento. Cuando se vuelve a leer algún capitulo del Harrison ( además de comprobar una vez mas lo excepcional del texto) se comprueba lo difícil que resulta y el esfuerzo que precisa adquirir ese saber. Y lo poco que, por desgracia, lo apreciamos.

sábado, 23 de abril de 2016

Avaricia . El Roto

Maria Sibylla Merian

Surinam

En 1699, con 52 años, viajó con su hija más joven a Surinam. Entusiasmada por las colecciones de sus amigos escribió:
En Holanda, constaté sin embargo con asombro que se dejaban traer cantidad de bellos animales de las Indias orientales y occidentales, se me concedía el honor de dejarme consultar de forma particular la cara colección del bien nacido doctor Nicolaas Witsen, alcalde de la ciudad y director de la sociedad de las Indias orientales así como la del noble don Jonás Witsen, secretario de esta misma ciudad. Además, veía también las colecciones de don Fredericus Ruysch, doctor en medicina y profesor de anatomía y botánica, de don Livinus Vincent y de otras personas. En esas colecciones, encontré este como otros innumerables insectos, pero en fin, si allá su origen y reproducción son desconocidos, lleva a preguntarse cómo se van a transformar a partir de orugas en crisálidas y así seguidamente. Todo ello me llevó a emprender un gran viaje soñado desde hace tiempo e ir a Surinam.
Maria-Sibylla Merian, en el prólogo del libro Metamorfosis de los insectos del Surinam
Aunque amigos y conocidos de María le desaconsejaron hacer ese viaje a Surinam, ella no abandonó su proyecto. Para su viaje, Maria obtuvo una beca de la ciudad de Ámsterdam. Desde Paramaribo, la capital del país, las dos mujeres realizaron numerosas excursiones al interior de Surinam. Maria describió todo lo que fue descubriendo sobre la metamorfosis de los insectos tropicales de Surinam y realizó un gran número de dibujos y acuarelas. En 1701 se contagió de malaria y debió interrumpir su viaje y volver a Ámsterdam.

Enriqueta leyendo . Liniers

Sylvia Schwartz, Martin Fröst, Aleksandar Madzar play lied D965 by Schubert


viernes, 22 de abril de 2016

The English Surgeon

http://www.documentarytube.com/videos/the-english-surgeon

Janteloven ( danés ) : una regla no escrita que prohibe la arrogancia y la ostentacion






   
La Ley de Jante (danés: Janteloven; sueco: Jantelagen) es una ley ficticia creada por el autor danés/noruego Aksel Sandemose en su novela En flygtning krydser sit spor (Un refugiado sobre sus límites) (1933), en la que retrataba su ciudad natal a principios del siglo XX.
Aunque en realidad existen 10 normas diferentes en la ley de Jante, se habla de ella en general como si se tratara de una sola cosa. La palabra danesa loven significa 'la ley'. Las normas son las siguientes:
  1. No debes pensar que eres especial.
  2. No debes pensar que estás a la misma altura que los demás.
  3. No debes pensar que eres más listo que los demás.
  4. No debes pensar que eres mejor que los demás.
  5. No debes pensar que sabes más que los demás.
  6. No debes pensar que eres más importante que los demás.
  7. No debes pensar que eres bueno en nada.
  8. No te rías de los demás.
  9. No debes pensar que los demás se preocupan por tí.
  10. No debes pensar que puedes enseñar algo a los demás.
Una undécima norma fue añadida más tarde por Sandemose:
11. ¿Crees que existe algo que no sepan los demás sobre ti?
Esta ley impregnó las culturas danesa, noruega, sueca y finesa, países en los que se desaprueba que una persona se considere mejor o más inteligente que las demás.
A los que violan esta norma no escrita se les mira con cierta hostilidad y se considera que van en contra del deseo danés de conseguir una igualdad social y su énfasis en conseguir una justicia total. Mostrar humildad es muy importante.
Este fenómeno no es exclusivo de Escandinavia y se puede encontrar en otras partes del mundo. Algo similar ocurre entre los habitantes de la zona noreste de Inglaterra, especialmente en Yorkshire donde se ejemplariza con frases como «¿Quién se ha creído que es?». Esta es una de las zonas de Gran Bretaña donde los vikingos procedentes de Dinamarca establecieron asentamientos en el siglo VIII y es posible que aún permanezcan algunos puntos culturales comunes.

Ante todo no hagas daño : Henry Marsh

 

 

A punto de jubilarse, Henry Marsh, uno de los neurocirujanos más importantes de Gran Bretaña y de toda Europa, decidió retomar su vieja práctica de escribir –había llevado un diario desde los doce años– para recordar las numerosas operaciones de cerebro en las que debió intervenir. El resultado, lejos de la autocelebración, es el descarnado retrato de una especialidad científica en la que todo se juega entre el rigor, el cálculo y lo inesperado. Ante todo no hagas daño se convirtió en un éxito mundial que conmueve por la humildad de su testimonio, casi al borde de una confesión acerca de la complejidad y las dificultades de ejercer la medicina.
 
 Por Violeta Serrano
Va a correr cada mañana. Se levanta y sale ataviado con ropa deportiva de su casa de dos plantas del barrio de Wimbledon en la que vive desde hace años, cuando se separó de su primera esposa tras un matrimonio que no superó la intensidad de los inicios de su profesión. En el lugar hay, entre otras cosas, paredes forradas de libros y dos colmenas, así como un hermoso jardín en la parte de atrás que se conjuga con un taller de bricolage. Cuando regresa del trabajo, por lo general, se toma un gin-tonic desde un rincón cuya ventana da directamente al suroeste de Londres que suele contemplar bajo la lluvia infinita que caracteriza a la ciudad y que, sin embargo, no le ha impedido moverse en bicicleta casi todos los días de su vida. Lo del running y la bici es, más que nada, porque parece ser que la actividad física reduce las probabilidades de padecer enfermedades como, por ejemplo, el Alzheimer. Lo hace aún sabiendo perfectamente que practicar deporte no le asegura librarse de esa posible situación futura. Ni de tantas otras. Al fin y al cabo es la esperanza lo que hace que la vida se desarrolle aunque, a la vez, es la culpable de que, en muchas ocasiones, nos convirtamos en personas necias, según afirma. Lo ideal es que alguien como él viva en un permanente punto medio virtuoso aunque eso, quizás, sea demasiado pedir para un simple ser humano. En su trabajo, la tensión constante entre distintas variables que, en la mayoría de los casos dependen del más puro azar, es una realidad que va lacerando su camino diario y haciendo más profundas las arrugas de su rostro. Debe tomar decisiones de las que dependen la vida o la muerte de terceros, o, peor, valorar siempre la posibilidad de que sus manos serán las responsables de que esos pacientes salgan del quirófano mejorando su calidad de vida o, por el contrario, convertidos en auténticos vegetales que no tendrán siquiera la posibilidad de matarse sin ayuda externa. Ese dato es más importante de lo que pudiera parecer: en Inglaterra la eutanasia está, aún hoy, prohibida por ley. Así que él, apenas un hombre cualquiera, no se debe dejar dominar por la esperanza en la misma medida que no debe hacerlo por la fatalidad. Lo más difícil de su tarea no es operar con gran pericia técnica (que también debe suceder) sino conocer el momento exacto en el que debe actuar o, por el contrario, dejar a la naturaleza seguir su curso. “Se tardan al menos tres años en saber cuándo hay que operar y treinta en saber cuándo no hay que hacerlo”, apunta.

Por la gloria

Este simple mortal llamado Henry Marsh es uno de los neurocirujanos más prestigiosos de Gran Bretaña y, ahora, también, va camino de ser uno de los más importantes escritores de no ficción en lengua inglesa. Y lo es, por cierto, por una razón más bien ligera: tras cursar estudios en Ciencias Políticas, Filosofía y Economía en la Universidad de Oxford, su ciudad natal, sufrió un fuerte desengaño amoroso. Para salir del calvario sentimental en el que se encontraba quiso autoflagelarse, ya que no tenía necesidad alguna de hacerlo pues era hijo de un prestigioso abogado de derecho internacional, y se fue a trabajar como camillero en un lúgubre hospital de la cuenca minera de Northumberland, cerca de Escocia. Su labor consistía en llevar enfermos desde la ambulancia a las salas del hospital, o desde las salas al quirófano o, en el peor de los casos, directamente de ahí a la morgue, si la cosa no iba bien. Fue entonces cuando tomó la decisión de volver a las aulas, pero con un rumbo muy diferente del que había elegido en su adolescencia. Para su propia sorpresa, se inscribió como estudiante de Medicina en el Royal Free Hospital de Londres, institución en la que no era requisito indispensable tener una procedencia de estudios científicos. Henry Marsh tenía entonces 30 años y aún no sabía que iba a decantarse por la especialidad de neurocirugía cuando, en medio de una operación de aneurisma de la que fue testigo, tuvo una epifanía que se lo aclaró. “Era vanidoso, ambicioso y buscaba la gloria”. Eso responde con sorna hoy, a sus 66 años, cuando se le pregunta por qué esa elección. Ciertamente, hay que poseer altas dosis de esas características para tener como objetivo ser algo parecido a Dios. Y humildad. Toneladas de humildad. Ambos rasgos están sembrados en las páginas de Ante todo no hagas daño, un libro que ya es un éxito de ventas en todo el mundo y que nace de una costumbre que nunca dejó de lado. Henry Marsh escribió ininterrumpidamente sus diarios desde los doce años. Ahora, casado con la antropóloga social y también escritora Kate Fox, esa historia de vida que permanecía camuflada ha salido a la luz. Fue ella la que le advirtió que debía convertir aquellos materiales en una obra de arte. Y así lo hizo. Su texto, articulado en la descripción de 25 casos clínicos y flanqueado por un corto y contundente prólogo así como una breve carta de agradecimientos final, constituye una guía para comprender cómo funcionan las tensiones paradójicas que conviven en las personas a las que nos encomendamos cuando la muerte acecha y no nos queda más remedio que ponernos en sus manos.

Memorias de un bisturí

Con una atención milimétrica, Henry Marsh manipula el cerebro de sus pacientes. Físicamente. Sus finos dedos tocan la zona en la que sucede el misterio del habla, de la risa, de la emoción, del pensamiento. Un neurocirujano no teoriza: actúa. Fue el primero en Inglaterra que utilizó la anestesia local para operar un glioma, es decir, un tipo de tumor cerebral. Fue en 1989 cuando, mientras penetraba en ese misterioso espacio lleno de ramificaciones nerviosas, podía, al mismo tiempo, charlar con su paciente para corroborar, en tiempo real, que no le estaba tocando algo que hiciese que, por ejemplo, no pudiese volver a emitir palabra. Esta práctica puede llevarse a cabo por la peculiar razón de que el cerebro no posee receptores que interpreten su propio dolor. Así todo, Henry Marsh se mete en el barro cada vez que abre un cráneo para someterlo a cirugía. Y eso, entre otras cosas, es lo que relata con una lenguaje libre de descripciones superfluas o demasiado encriptadas para un profano en la materia. Sin caer en el golpe bajo ni en el morbo, las cuestiones físicas se alternan con las puramente humanas dejando claro que lo difícil no es detener una hemorragia descontrolada en la que el cirujano debe navegar desesperado y ciego como un barco en medio de una tormenta sin faro a la vista. Lo realmente complejo es tomar la decisión de si operar o no o de, si ya se está en ello, saber cuándo es el momento de parar antes de producir lesiones. No hay guía para tener éxito: la práctica y los errores cometidos son el salvavidas más cercano, aunque ni siquiera otorgan una seguridad absoluta porque ésta, lamentablemente, no existe.
La sombra de Oliver Sacks se cierne sobre cualquier médico que ose incursionar en el mundo de las letras. Pero Marsh no sigue su estela. Es inteligente y, en vez de eso, busca otras sendas que nada tengan que ver con el estilo del fallecido autor. La fuerza de Marsh es física. Con el respeto que se deben los colegas de profesión, él sostiene que los neurólogos que se ponen a escribir tienden a elegir casos que acumulan como si coleccionasen mariposas de ejemplares raros. Uno de los grandes amigos de Marsh, que aparece varias veces en este libro y que, de hecho, ya había formado parte del documental ganador de un Emmy, The English Surgeon (2007), el ucraniano Igor Kurilets, le dijo una vez: “Nosotros somos como los sangrientos cosacos”. Aquella comparación la hizo al regalarle una versión pictórica de Los cosacos zapórogos. Hoy, esa obra, corona la sala del hospital público y centro universitario St. Georges de Londres, donde Marsh operó a la inmensa mayoría de los 15.000 cerebros que han pasado por sus manos y lugar que, aún hoy, visita asiduamente para sugerir y seguir formando a cientos de médicos internos.
Retirarse no es algo que le haga demasiada gracia. Lógico, tras años de una intensidad tan brutal debe ser complejo enfrentarse a la templanza de la jubilación. Quizás por eso Henry Marsh, lejos de dedicarse únicamente a la apicultura que le fascina como hobby, continúa su labor médica en países como Ucrania, Albania o Nepal. No es casual tampoco que sea justo ahora cuando se atreva a incursionar en el mundo de la literatura con un éxito apabullante. Agotada su primera edición en España en unas semanas, Ante todo no hagas daño ya ha sido reconocido como mejor libro del año por Financial Times y The Economist, tras encabezar las listas de ventas de best sellers en EE.UU. y Reino Unido.
Ante todo no hagas daño. Henry Marsh Salamandra 346 páginas
Si uno visita el hospital donde trabajó toda su vida y que sirve de escenario principal a su libro, puede comprobar que existe un patiecito cuya creación es también culpa de Marsh. Asqueado y enfrentado durante la mayor parte de su vida con la burocracia imperante en el Sistema Nacional de Salud, fue y es un férreo defensor de la humanización de los hospitales. Las arduas críticas a la gestión pública de estos centros están presentes, sobre todo, en la segunda mitad de la obra. El trato clientelar que se está instalando en los últimos tiempos supone una situación desquiciante para los profesionales de la salud: totalmente ajenos a la cotidianeidad práctica de los centros hospitalarios, las nuevas gestiones modernas ignoran cuestiones que parecen de sentido común tal y como Marsh las presenta en este texto. El humor que mitiga las más dramáticas situaciones hace que Ante todo no hagas daño sea una joya que, a la vez, presenta una peligrosidad encubierta. La pericia de Marsh con la expresión escrita hace que lo que desea transmitir sea tan eficaz como inquietante: da miedo ser consciente a través de su demoledora honestidad de que la medicina sabe más bien poco sobre cómo solucionar nuestras dolencias. Para sorpresa de muchos de sus colegas, que no suelen airear en público estas desgracias, el autor enumera sus garrafales errores y vuelve sobre ellos tal y como en su vida real esos fracasos le persiguen toda vez que vuelve a enfrentarse a situaciones similares. Al fin y al cabo, como dijo el médico francés Leriche, todo cirujano lleva un cementerio dentro en el que cada error es una lápida.

jueves, 21 de abril de 2016

shopenhauer ; es la mas grave locura sacrificar la salud a cualquier cosa

 comienza este capítulo insistiendo en que este aspecto es, con mucho, el que más aporta a la felicidad, tras lo cual el autor pasa a concretar qué es lo que recae entre las cosas que uno es.189 Entre éstas, la primera y más importante, asegura, es tener alegría de espíritu (Heiterkeit des Sinnes), la cual nada tiene que ver con la posesión de riquezas (más bien al contrario) y sí mucho con la de una buena salud, pues «las nueve décimas partes de nuestra felicidad se fundan solamente en la salud».190Por eso mismo,
«es la más grave locura sacrificar la salud a cualquier otra cosa: riqueza, carrera, estudios, fama, por no hablar de la voluptuosidad y los goces fugitivos; más bien hay que subordinarlo todo a ella».191
No obstante, la salud no es condición suficiente de aquella alegría, la cual parece depender mucho del temperamento: por ejemplo, los melancólicos tienden a verlo todo negro; según sean las personas, tienen mayor o menor receptividad para lo agradable o lo desagradable, etc.192
Parcialmente emparentada con la salud, la belleza contribuye indirectamente a la felicidad por la impresión que produce sobre los demás, sirviendo como una «carta abierta de recomendación, que nos gana los corazones de antemano».193
Los dos enemigos de la felicidad son el dolor y el tedio; la vida humana oscila entre uno y otro, pues cuando la necesidad y el dolor cesan, se presenta el aburrimiento. La capacidad de alejarse de éste depende de las fuerzas intelectuales: en este sentido hay personas que tienen un gran vacío interior, lo que les mueve a buscar con avidez estímulos externos; a ello se opone la riqueza interior, espiritual, que, sin embargo, conlleva una mayor sensibilidad para los dolores morales en general.194 Esto se relaciona asimismo con la sociabilidad, pues
«cuanto más tiene uno en sí mismo, tanto menos necesita de fuera y tanto menos pueden, asimismo, ser los demás para él. Por eso conduce la eminencia del espíritu a la insociabilidad.»195
Schopenhauer insiste en esta distinción, y escribe:
«La gente vulgar se preocupa tan sólo de pasar el tiempo; quien tiene algún talento, en aprovecharlo